LICENCIATURA EN HOMEOPATIA INCORPORADA A LA SECRETARIA DE EDUCACION JALISCO ESLI20051441 ACUERDO PROFESIONES DGP 415303
   
  HOMEOPATAS HAHNEMANN
  OCTUBRE
 

 

Maestro: José T. Tamayo M.


 

Los cinco tiempos de la observación homeopática:


 

Escuchar, escribir, interrogar, observar y coordinar.

 

Los cinco tiempos que vamos a estudiar de forma separada, por facilidad didáctica, se encuentran, en la práctica, más o me­nos imbricados entre sí. Tal y como decía Fierre Joly: «Escuche­mos primero, interroguemos después y escribamos durante».


 

La escucha es de capital importancia, puesto que pese a que un enfermo acude a nosotros para recibir cuidados, muchas ve­ces con el deseo de ser curado, con toda seguridad, siempre vie­ne para ser escuchado, para que su queja sea oída.

Saber escuchar atenta y pausadamente es una cualidad que el médico homeópata debe dedicarse a perfeccionar si no se trata de una cualidad espontánea en él.

Uno de los mejores consejos es el de tomarse tiempo, de no tener prisa durante el primer contacto con el enfermo y expli­carle lo que se espera de él: una descripción tan precisa como sea posible de lo que siente, en un vocabulario tan simple como sea posible y desprovisto de todo "pseudotecnicismo médico" superfluo. El enfermo debe tomar conciencia de que lo que nos inte­resa de él es su "forma personal" de "fabricar su enfermedad" pa­ra lo cual hablaremos lo menos posible, todo lo contrario, hare­mos hablar al enfermo ayudándole de manera prudente a no perderse en divagaciones inútiles invitándole a desarrollar co­rrectamente su tema.

 



Escribir

 

El médico escucha a su paciente y como no es cuestión de que se fíe de su memoria, anotará las informaciones que le pa­rezcan útiles. «Él [el médico] escribirá exactamente sobre el pa­pel en los términos en que este último [el enfermo] o sus allega­dos se hayan expresado» § 84). En efecto, hay que evitar cualquier tipo de traducción de las palabras del paciente la cual siempre se lleva a cabo (consciente o incons­cientemente) de forma orientada, según los conocimientos en materia médica del médico, según el medicamento en el que se piensa por la formulación del paciente, etc. y que por tanto se re­vela como reduccionista.

Conservar la formulación del enfermo es conservar el valor actual y potencial de la información que nos ofrece el paciente. Además, ante la amnesia que se instala rápidamente cuando de­saparecen los síntomas molestos (la conciencia se orienta hacia lo que no funciona en cada momento), será útil poder demostrar al paciente los progresos realizados cuando se impaciente ante cualquier trastorno persistente.

Es interesante prevenir al paciente de que estamos dispuesto a escucharle pero que, por rigor y por su interés, tomaremos notas mientras le escuchamos.

Aunque es conveniente retener el máximo de información en cada encuentro y especialmente durante el primero a fin de precisar la prescripción y conseguir los medios para seguir la evolución del paciente, es inútil cargarse con detalles insignificantes. Finalmente, recordemos la necesidad, para que la lista de síntomas sea fácilmente utilizable y práctica, de disponer los síntomas de forma sistemática.

«A cada declaración del enfermo o de sus allegados, el médico empezará una nueva línea a fin de que los síntomas sean ano­tados separadamente, unos después de otros.

«Procediendo de esta forma, dispondrá de la facilidad de aña­dir a los detalles demasiado imprecisos que le hayan sido co­municados en un principio las precisiones que pueda ir ad­quiriendo durante el resto de la entrevista» ( § 85).

Interrogar

 

Anotar el nombre, los apellidos, la fecha de nacimiento y pre­cisar la profesión forman parte de los automatismos necesarios.

   Antecedentes personales o hereditarios

Completan la "ficha del estado civil". Además de las quejas actuales que obedecen al motivo de la consulta, veremos cómo se perfila la enfermedad en sus manifestaciones originales y se­gún un modo reaccional (o diatésico) particular. Tras haber es­cuchado las quejas actuales del paciente, y sólo entonces, habrá que saber ayudarlo, con paciencia pero con firmeza, a realizar ese "largo retroceso" sin el cual nada es posible, especialmente cuan­do se trata de patologías crónicas.

   Técnica del interrogatorio

Debe ser rigurosa.

«Interrogar al paciente es un arte que se aprende. Tan importante es aprender a interrogar correctamente como co­nocer la materia médica o saber pasar correctamente las pá­ginas de un repertorio».

  Formulación de las preguntas.

Evitar totalmente las preguntas directas; si el enfermo puede responder con un sí o un no, la pregunta está mal planteada.

De la misma manera, hay que evitar sugerir una respuesta, sobre todo si, tras haber escuchado al paciente, se empieza a per­filar la forma de un remedio puesto que ésa será la mejor mane­ra de extraviarse, de hecho, con ello se explica un gran número de fracasos de los cuales, la homeopatía no es la responsable. Otro buen consejo es escribir junto a cada síntoma el nombre del remedio que nos recuerda pero en lápiz para estar seguro de no "olvidarlo por el camino" y evitar así cualquier orientación intempestiva durante el resto del interrogatorio.

 

«El médico debe especificar y detallar cada uno de los índices considerados sin que jamás se den las siguientes si­tuaciones:

» - de ninguna manera dictar una posible respuesta; » - llevar al enfermo a que sólo pueda contestar con un sí o un no.

«Actuar de otra forma sería exponer a la persona que estamos interrogando a afirmar, por indolencia o por complacer a quien le está preguntando, algo falso, medias verdades úni­camente, o a negar lo que de hecho es real. »De ello resultaría un cuadro infiel a la enfermedad y en con­secuencia una elección incorrecta de los medios terapéuti­cos» ( § 87).

  

Orden de las preguntas

El médico empezará primero con preguntas referentes a los síntomas de la enfermedad actual, la que ha llevado al enfermo a su consulta y a continuación sobre el resto de funciones o apara­tos de manera complementaria y sistemática.

 

Si en los datos proporcionados espontáneamente no se ha hecho mención de varias partes o funciones del cuerpo, del humor o del carácter, el médico preguntará al paciente si no se acuerda de alguna cosa relativa a una determinada parte, a un determinado órgano o función o sobre aquello que afec­ta el estado intelectual y moral del enfermo. Pero tendrá cui­dado de ceñirse a términos generales a fin de que la persona que le proporciona las aclaraciones se vea obligada a propor­cionar, ella misma, las explicaciones categóricas sobre dichas precisiones. ( § 88).

 

No olvidamos recordar al enfermo que señale con la mano las diferentes partes del cuerpo mencionadas durante su discur­so. No será sorprendente constatar que el "dolor de garganta" de una persona es en realidad un dolor laríngeo o traqueal, que el estómago de otro está situado en el hipocondrio derecho o la re­gión umbilical o que el dolor del "brazo" de un determinado in­dividuo, corresponde a un dolor en el antebrazo, el hombro o la muñeca.

- Necesidad de ver al enfermo a solas.

Sabemos que en el párrafo 84 del Organon, Hahnemann afirma: «El enfermo recita el desarrollo de sus sufrimientos. Los miembros de su familia o las personas de su entorno explican de qué se queja, cómo se comporta y todo lo que han notado que le concierne.»

Los datos que puedan proporcionar los allegados son de un valor indiscutible, pero cometeríamos un error considerable si interrogáramos a un marido delante de su mujer (y viceversa), un niño delante de sus hermanos o hermanas, o un adulto de 30 o 40 años en presencia de su padre o su madre (lo más corrien­te), error que sin embargo está muy extendido. Todo ello podría hacer completamente inútiles las informaciones del enfermo (cuanto menos poco dignas de garantía). De la misma manera, en el caso de un niño pequeño, nos será útil verlo únicamente acompañado de su madre y después escuchar la "versión" del pa­dre (o viceversa).

De ello se deduce que si creemos que las observaciones de ter­ceros pueden sernos necesarias, pediremos permiso al paciente, informándole sobre la utilidad práctica de un determinado deta­lle que pueden haber observado sus allegados y a él puede habér­sele escapado, para que nos autorice a llamarlos a la consulta.

Observar-examinar

 

La observación empieza desde el mismo momento en que el paciente entra en la sala de consulta. El aspecto general, la pos­tura, la morfología con sus indicaciones tipológicas (todas relati­vas), las formas de expresión son otras tantas informaciones que deben ser registradas. A veces el medicamento aparecerá de for­ma evidente.

 

«Sulfur gras vestido de cualquier manera, con cara hinchada y congestionada, aborda a su médico sin complejos, se fami­liariza rápidamente; desbordante de optimismo, está seguro de que todo va bien o que pronto estará bien; es él quien ani­ma a su médico  »Arsenicum álbum adora los papeles que a menudo son grandes hojas donde todo es anotado hasta el más mínimo detalle con una minuciosidad obsesiva. Aprecia el argot cien­tífico. Cuida su aspecto de forma especial: zapatos lustrados, ropa planchada, aguja de corbata... Su profunda ansiedad queda reflejada en las múltiples preguntas que planteará res­pecto a la naturaleza de sus trastornos y los riesgos que com­portan».

 

En la mayoría de los casos, sin embargo, no será tan evidente.

    Examen clínico

Con el paciente desnudo (tanto como le permita su pudor), comportará un examen tan detallado como sea posible: auscul­tación, palpación, estudio de los reflejos, toma de la presión ar­terial, examen de la boca, de la lengua, de las fosas nasales, de los tímpanos, palpación de senos y tacto vaginal en la mujer si es ne­cesario, tacto rectal ocasional en los dos sexos y especialmente en el hombre en busca de una patología prostática, etc. El examen permitirá, ante todo, instaurar el cuadro nosológico clásico, si­tuar el campo de acción en el que se sitúa el paciente examinado (cirugía, terapéutica alopática, homeopatía) pero también será la última ocasión de recoger algunos datos objetivos útiles para la prescripción homeopática.

---  Un enfermo que dice que no es friolero, temblará en cuanto se haya quitado el jersey y pedirá poder mantener su ropa in­terior y/o la camisa.

— Notaremos el estado de la piel y de las faneras; molluscum, verrugas, nevus, sequedad de la piel o humedad, acrocianosis, varices, hemorroides, uñas manchadas de blanco, frági­les, dobladas, rodeadas o no de padrastros permitirán recor­dar uno u otro remedio.

— Será el momento de constatar la existencia de un sudor más o menos nauseabundo de los pies, una fetidez del aliento, etc.

    Exámenes paraclínicos y especializados

No los detallaremos aquí puesto que significan un posible recurso, a veces indispensable, en toda consulta médica. No exis­te ninguna especificidad "homeopática". Recordemos simple­mente que el buen médico homeópata no es aquel que nunca acude a sus colegas especialistas o a las técnicas de investigación clásica sino aquel que alía la competencia en medicina con la competencia homeopática.

 

Sólo para hacer memoria, subrayemos que la constatación de ciertos estigmas biológicos puede presentar un valor indicati­vo relativo frente a grupos de medicamentos (como Arsenicum álbum, China, Ferrum metallicum ante una anemia, Lycopodium, China, Phosphorus, Sulfur para una hipercolesterolemia, por ejemplo).

Coordinar

La coordinación de las informaciones recibidas en las etapas precedentes es la última fase de la individualización del medi­camento que debemos recetar.

En esta fase se efectuarán la valoración y la jerarquización de los síntomas.

   Los síntomas más importantes

Son los de mayor valor, son "... los más sorprendentes, los más originales, los más inusitados, los más personales". Pero, según el caso, un síntoma considerado como capital o secundario en una primera estimación adquirirá o perderá su importancia en razón de la presencia o ausencia de otro síntoma (síntomas concomitantes) o en función de su propia intensidad.

   Jerarquización de los síntomas

La importancia de los síntomas varía esquemáticamente se­gún la clasificación decreciente que apuntamos a continuación:

   signos etiológicos;

   síntomas psíquicos;

   síntomas generales;

   síntomas locales.

No obstante, recordemos que un síntoma general completo (localización, sensación, modalidad) es de mayor importancia que un síntoma psíquico vago o impreciso y que por lo tanto no existe una jerarquización o valoración absolutas o definitivas y que finalmente, la "totalidad de los síntomas" tomada en consi­deración y al ser cualitativa, obliga a escoger, entre las caracterís­ticas psíquicas y somáticas del enfermo, el mínimo de síntomas de valor máximo.

Prescripción

Para concluir, añadiremos unas palabras res­pecto a la prescripción. Aunque la lista de síntomas se haya efec­tuado bajo las más estrictas reglas del arte y aunque la fase de co­ordinación haya sido suficientemente profunda, no hay por qué tener que prescribir más de dos o tres remedios cotidianos o al­ternos. Una "inflación" de remedios es el indicio más seguro de la inobservancia de las reglas antes mencionadas.

 

Finalmente, al igual que para las preguntas que plantea, el médico también deberá poder justificar cada una de sus pres­cripciones.

 

Bibliografía:

Tratado de homeopatía:

Abecassis Jacky.

 

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