Maestro: José T. Tamayo M.
Los cinco tiempos de la observación homeopática:
Escuchar, escribir, interrogar, observar y coordinar.
Los cinco tiempos que vamos a estudiar de forma separada, por facilidad didáctica, se encuentran, en la práctica, más o menos imbricados entre sí. Tal y como decía Fierre Joly: «Escuchemos primero, interroguemos después y escribamos durante».
La escucha es de capital importancia, puesto que pese a que un enfermo acude a nosotros para recibir cuidados, muchas veces con el deseo de ser curado, con toda seguridad, siempre viene para ser escuchado, para que su queja sea oída.
Saber escuchar atenta y pausadamente es una cualidad que el médico homeópata debe dedicarse a perfeccionar si no se trata de una cualidad espontánea en él.
Uno de los mejores consejos es el de tomarse tiempo, de no tener prisa durante el primer contacto con el enfermo y explicarle lo que se espera de él: una descripción tan precisa como sea posible de lo que siente, en un vocabulario tan simple como sea posible y desprovisto de todo "pseudotecnicismo médico" superfluo. El enfermo debe tomar conciencia de que lo que nos interesa de él es su "forma personal" de "fabricar su enfermedad" para lo cual hablaremos lo menos posible, todo lo contrario, haremos hablar al enfermo ayudándole de manera prudente a no perderse en divagaciones inútiles invitándole a desarrollar correctamente su tema.
Escribir
El médico escucha a su paciente y como no es cuestión de que se fíe de su memoria, anotará las informaciones que le parezcan útiles. «Él [el médico] escribirá exactamente sobre el papel en los términos en que este último [el enfermo] o sus allegados se hayan expresado» § 84). En efecto, hay que evitar cualquier tipo de traducción de las palabras del paciente la cual siempre se lleva a cabo (consciente o inconscientemente) de forma orientada, según los conocimientos en materia médica del médico, según el medicamento en el que se piensa por la formulación del paciente, etc. y que por tanto se revela como reduccionista.
Conservar la formulación del enfermo es conservar el valor actual y potencial de la información que nos ofrece el paciente. Además, ante la amnesia que se instala rápidamente cuando desaparecen los síntomas molestos (la conciencia se orienta hacia lo que no funciona en cada momento), será útil poder demostrar al paciente los progresos realizados cuando se impaciente ante cualquier trastorno persistente.
Es interesante prevenir al paciente de que estamos dispuesto a escucharle pero que, por rigor y por su interés, tomaremos notas mientras le escuchamos.
Aunque es conveniente retener el máximo de información en cada encuentro y especialmente durante el primero a fin de precisar la prescripción y conseguir los medios para seguir la evolución del paciente, es inútil cargarse con detalles insignificantes. Finalmente, recordemos la necesidad, para que la lista de síntomas sea fácilmente utilizable y práctica, de disponer los síntomas de forma sistemática.
«A cada declaración del enfermo o de sus allegados, el médico empezará una nueva línea a fin de que los síntomas sean anotados separadamente, unos después de otros.
«Procediendo de esta forma, dispondrá de la facilidad de añadir a los detalles demasiado imprecisos que le hayan sido comunicados en un principio las precisiones que pueda ir adquiriendo durante el resto de la entrevista» ( § 85).
Interrogar
Anotar el nombre, los apellidos, la fecha de nacimiento y precisar la profesión forman parte de los automatismos necesarios.
• Antecedentes personales o hereditarios
Completan la "ficha del estado civil". Además de las quejas actuales que obedecen al motivo de la consulta, veremos cómo se perfila la enfermedad en sus manifestaciones originales y según un modo reaccional (o diatésico) particular. Tras haber escuchado las quejas actuales del paciente, y sólo entonces, habrá que saber ayudarlo, con paciencia pero con firmeza, a realizar ese "largo retroceso" sin el cual nada es posible, especialmente cuando se trata de patologías crónicas.
• Técnica del interrogatorio
Debe ser rigurosa.
«Interrogar al paciente es un arte que se aprende. Tan importante es aprender a interrogar correctamente como conocer la materia médica o saber pasar correctamente las páginas de un repertorio».
— Formulación de las preguntas.
Evitar totalmente las preguntas directas; si el enfermo puede responder con un sí o un no, la pregunta está mal planteada.
De la misma manera, hay que evitar sugerir una respuesta, sobre todo si, tras haber escuchado al paciente, se empieza a perfilar la forma de un remedio puesto que ésa será la mejor manera de extraviarse, de hecho, con ello se explica un gran número de fracasos de los cuales, la homeopatía no es la responsable. Otro buen consejo es escribir junto a cada síntoma el nombre del remedio que nos recuerda pero en lápiz para estar seguro de no "olvidarlo por el camino" y evitar así cualquier orientación intempestiva durante el resto del interrogatorio.
«El médico debe especificar y detallar cada uno de los índices considerados sin que jamás se den las siguientes situaciones:
» - de ninguna manera dictar una posible respuesta; » - llevar al enfermo a que sólo pueda contestar con un sí o un no.
«Actuar de otra forma sería exponer a la persona que estamos interrogando a afirmar, por indolencia o por complacer a quien le está preguntando, algo falso, medias verdades únicamente, o a negar lo que de hecho es real. »De ello resultaría un cuadro infiel a la enfermedad y en consecuencia una elección incorrecta de los medios terapéuticos» ( § 87).
Orden de las preguntas
El médico empezará primero con preguntas referentes a los síntomas de la enfermedad actual, la que ha llevado al enfermo a su consulta y a continuación sobre el resto de funciones o aparatos de manera complementaria y sistemática.
Si en los datos proporcionados espontáneamente no se ha hecho mención de varias partes o funciones del cuerpo, del humor o del carácter, el médico preguntará al paciente si no se acuerda de alguna cosa relativa a una determinada parte, a un determinado órgano o función o sobre aquello que afecta el estado intelectual y moral del enfermo. Pero tendrá cuidado de ceñirse a términos generales a fin de que la persona que le proporciona las aclaraciones se vea obligada a proporcionar, ella misma, las explicaciones categóricas sobre dichas precisiones. ( § 88).
No olvidamos recordar al enfermo que señale con la mano las diferentes partes del cuerpo mencionadas durante su discurso. No será sorprendente constatar que el "dolor de garganta" de una persona es en realidad un dolor laríngeo o traqueal, que el estómago de otro está situado en el hipocondrio derecho o la región umbilical o que el dolor del "brazo" de un determinado individuo, corresponde a un dolor en el antebrazo, el hombro o la muñeca.
- Necesidad de ver al enfermo a solas.
Sabemos que en el párrafo 84 del Organon, Hahnemann afirma: «El enfermo recita el desarrollo de sus sufrimientos. Los miembros de su familia o las personas de su entorno explican de qué se queja, cómo se comporta y todo lo que han notado que le concierne.»
Los datos que puedan proporcionar los allegados son de un valor indiscutible, pero cometeríamos un error considerable si interrogáramos a un marido delante de su mujer (y viceversa), un niño delante de sus hermanos o hermanas, o un adulto de 30 o 40 años en presencia de su padre o su madre (lo más corriente), error que sin embargo está muy extendido. Todo ello podría hacer completamente inútiles las informaciones del enfermo (cuanto menos poco dignas de garantía). De la misma manera, en el caso de un niño pequeño, nos será útil verlo únicamente acompañado de su madre y después escuchar la "versión" del padre (o viceversa).
De ello se deduce que si creemos que las observaciones de terceros pueden sernos necesarias, pediremos permiso al paciente, informándole sobre la utilidad práctica de un determinado detalle que pueden haber observado sus allegados y a él puede habérsele escapado, para que nos autorice a llamarlos a la consulta.
Observar-examinar
La observación empieza desde el mismo momento en que el paciente entra en la sala de consulta. El aspecto general, la postura, la morfología con sus indicaciones tipológicas (todas relativas), las formas de expresión son otras tantas informaciones que deben ser registradas. A veces el medicamento aparecerá de forma evidente.
«Sulfur gras vestido de cualquier manera, con cara hinchada y congestionada, aborda a su médico sin complejos, se familiariza rápidamente; desbordante de optimismo, está seguro de que todo va bien o que pronto estará bien; es él quien anima a su médico »Arsenicum álbum adora los papeles que a menudo son grandes hojas donde todo es anotado hasta el más mínimo detalle con una minuciosidad obsesiva. Aprecia el argot científico. Cuida su aspecto de forma especial: zapatos lustrados, ropa planchada, aguja de corbata... Su profunda ansiedad queda reflejada en las múltiples preguntas que planteará respecto a la naturaleza de sus trastornos y los riesgos que comportan».
En la mayoría de los casos, sin embargo, no será tan evidente.
• Examen clínico
Con el paciente desnudo (tanto como le permita su pudor), comportará un examen tan detallado como sea posible: auscultación, palpación, estudio de los reflejos, toma de la presión arterial, examen de la boca, de la lengua, de las fosas nasales, de los tímpanos, palpación de senos y tacto vaginal en la mujer si es necesario, tacto rectal ocasional en los dos sexos y especialmente en el hombre en busca de una patología prostática, etc. El examen permitirá, ante todo, instaurar el cuadro nosológico clásico, situar el campo de acción en el que se sitúa el paciente examinado (cirugía, terapéutica alopática, homeopatía) pero también será la última ocasión de recoger algunos datos objetivos útiles para la prescripción homeopática.
--- Un enfermo que dice que no es friolero, temblará en cuanto se haya quitado el jersey y pedirá poder mantener su ropa interior y/o la camisa.
— Notaremos el estado de la piel y de las faneras; molluscum, verrugas, nevus, sequedad de la piel o humedad, acrocianosis, varices, hemorroides, uñas manchadas de blanco, frágiles, dobladas, rodeadas o no de padrastros permitirán recordar uno u otro remedio.
— Será el momento de constatar la existencia de un sudor más o menos nauseabundo de los pies, una fetidez del aliento, etc.
• Exámenes paraclínicos y especializados
No los detallaremos aquí puesto que significan un posible recurso, a veces indispensable, en toda consulta médica. No existe ninguna especificidad "homeopática". Recordemos simplemente que el buen médico homeópata no es aquel que nunca acude a sus colegas especialistas o a las técnicas de investigación clásica sino aquel que alía la competencia en medicina con la competencia homeopática.
Sólo para hacer memoria, subrayemos que la constatación de ciertos estigmas biológicos puede presentar un valor indicativo relativo frente a grupos de medicamentos (como Arsenicum álbum, China, Ferrum metallicum ante una anemia, Lycopodium, China, Phosphorus, Sulfur para una hipercolesterolemia, por ejemplo).
Coordinar
La coordinación de las informaciones recibidas en las etapas precedentes es la última fase de la individualización del medicamento que debemos recetar.
En esta fase se efectuarán la valoración y la jerarquización de los síntomas.
• Los síntomas más importantes
Son los de mayor valor, son "... los más sorprendentes, los más originales, los más inusitados, los más personales". Pero, según el caso, un síntoma considerado como capital o secundario en una primera estimación adquirirá o perderá su importancia en razón de la presencia o ausencia de otro síntoma (síntomas concomitantes) o en función de su propia intensidad.
• Jerarquización de los síntomas
La importancia de los síntomas varía esquemáticamente según la clasificación decreciente que apuntamos a continuación:
— signos etiológicos;
— síntomas psíquicos;
— síntomas generales;
— síntomas locales.
No obstante, recordemos que un síntoma general completo (localización, sensación, modalidad) es de mayor importancia que un síntoma psíquico vago o impreciso y que por lo tanto no existe una jerarquización o valoración absolutas o definitivas y que finalmente, la "totalidad de los síntomas" tomada en consideración y al ser cualitativa, obliga a escoger, entre las características psíquicas y somáticas del enfermo, el mínimo de síntomas de valor máximo.
Prescripción
Para concluir, añadiremos unas palabras respecto a la prescripción. Aunque la lista de síntomas se haya efectuado bajo las más estrictas reglas del arte y aunque la fase de coordinación haya sido suficientemente profunda, no hay por qué tener que prescribir más de dos o tres remedios cotidianos o alternos. Una "inflación" de remedios es el indicio más seguro de la inobservancia de las reglas antes mencionadas.
Finalmente, al igual que para las preguntas que plantea, el médico también deberá poder justificar cada una de sus prescripciones.
Bibliografía:
Tratado de homeopatía:
Abecassis Jacky.
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