Las dos hormonas claves que dirigen la utilización de la comida son la insulina y el glucagón. La insulina lleva los nutrientes a las células para su uso inmediato o su almacenamiento para el futuro. El glucagón moviliza la energía almacenada (principalmente los hidratos de carbono para hacerla circular por la corriente sanguínea como una fuente de energía entre comidas, especialmente para el cerebro. Estas dos hormonas tienen que trabajar en estrecha cooperación por eso forman un eje que controla los niveles de azúcar en la sangre con una increíble precisión.
Si algo perturbara ese eje de la insulina y el glucagón, especialmente el aumento de la insulina, el resultado sería una aceleración del envejecimiento.
La insulina es muy deficiente a la hora de extraer nutrientes de la circulación (especialmente la glucosa) y almacenarlos para su futura utilización. En una época anterior, cuando no se sabía en que momento se podría encontrar la próxima comida, producir una fuerte respuesta insulínica ante las calorías obtenidas constituía un poderoso mecanismo de supervivencia. En la actualidad ese cambio, ese antiguo mecanismo de supervivencia se ha transformado en un potente acelerador del envejecimiento porque nos hallamos constantemente rodeados de calorías fácilmente accesibles. Cuanto más calorías comamos especialmente si son hidratos de carbono, tanto más aumentan nuestros niveles de insulina.
A diferencia de la mayoría de las hormonas, los niveles de insulina aumentan con el envejecimiento. En primer lugar sabemos que dos de los marcadores biológicos del envejecimiento son: 1)- El aumento en la resistencia a la insulina y 2)-La disminución de la tolerancia a la glucosa. Esos marcadores son como dos caras de una misma moneda: La incapacidad de la insulina para comunicarse con sus células objetivo.
A nivel molecular, la resistencia a la insulina y la intolerancia a la glucosa sólo significan que las células objetivo existentes en los músculos no responden bien a la cantidad de insulina que hay en la corriente sanguínea, lo cual obliga al páncreas a producir más insulina.
¿Cuál es la base molecular de la resistencia a la insulina? Nadie lo sabe con seguridad, pero un candidato muy probable es la barrera celular que separa las células objetivo de la corriente sanguínea. Es la barrera celular endotelial y cualquier disfunción de la misma el acceso a los receptores de la célula por parte de la insulina (o de otras hormonas de ese tamaño o mayores). La disfunción celular endotelial es común en diabéticos tipo 11, y los niveles de insulina en el espacio intersticial (el que existe entre la corriente sanguínea y la superficie de la célula objetivo) son bajo comparados con la cantidad de insulina que hay en la corriente sanguínea. Esto significa que pueden tenerse niveles hormonales adecuados en la sangre, sin que eso sea suficiente por lo que se refiere a las células objetivo. Por lo que a estas respecta parece existir, de hecho, una deficiencia de insulina, como resultado de ello, el páncreas secreta todavía más insulina.
¿Que ocurre si la resistencia a la insulina continua durante un prolongado periodo de tiempo? Como la glucosa en la sangre no esta siendo absorbida por las células objetivo, empieza a acumularse en la corriente sanguínea. El páncreas que comprueba constantemente los niveles de glucosa en sangre, se da cuenta de esta situación y secreta inmediatamente más insulina. Finalmente por el ejercicio de la fuerza bruta, descienden los niveles de glucosa en la sangre, pero ahora resulta que hay un exceso de insulina flotando en la corriente sanguínea, a eso se le llama HIPERINSULINEMIA (Elevada insulina en la sangre) y es la peor pesadilla para el envejecimiento.
¿Cómo es posible que esta necesaria habilidad para almacenar calorías extra en previsión de que se necesiten, termine por acelerar el envejecimiento cuando los niveles de insulina son demasiado elevados?
Resulta que hay toda una serie de razones que lo explican.
1.-El exceso de insulina indica un exceso de consumo de calorías. Cuanto más calorías se ingieren, tanto más radicales libres se producen.
2.-El exceso de insulina inhibe la descarga de glucagón, cuya principal responsabilidad
Consiste en reponer los niveles de glucosa en la sangre para una óptima función cerebral. Si se inhibe la secreción de glucagón, aumenta la secreción de hidrocortisona como sistema hormonal de apoyo para reponer los niveles de glucosa en la sangre. Eso conduce a un exceso de hidrocortisona en la corriente sanguínea.
3.-El exceso de la insulina es un poderoso factor de crecimiento. Hace que el ADN celular se divida con mayor frecuencia, acortando por lo tanto la longitud del telómero del ADN.
4.-El exceso de insulina distorsiona otros sistemas hormonales (Y en particular el de los eicosanoides), de tal modo que la deficiente comunicación hormonal empieza a causar el caos dentro de su Internet biológico. Además el exceso de insulina pueden disminuir los nivele de AMP (Adenosin mono fosfato) cíclico, el principal mensajero secundario utilizado por muchas hormonas endocrinas para generar su acción biológica.
5.-El exceso de insulina aumenta la resistencia a la insulina, de modo que los niveles de esta se hacen más elevados en la corriente sanguínea, lo que acelera todavía más el envejecimiento.
6.-El exceso de insulina aumenta la acumulación de grasa almacenada. Este aumento en el tejido adiposo puede tener consecuencias negativas sobre el metabolismo de las hormonas sexuales y aumentar la probabilidad de una enfermedad cardiovascular.
La medición de la insulina en ayunas le proporciona una percepción directa de los niveles de insulina.
La proporción de triglicéridos en ayunas/colesterol HDL es un marcador sustituto de los niveles de insulina. Del mismo modo cualquier aumento en el porcentaje de grasa corporal indica también un aumento de los niveles de insulina. Finalmente la medición de la hemoglobina glucosilada indica su grado de intolerancia a la glucosa.
La insulina se produce en el Páncreas. A diferencia de otras hormonas endocrinas, no hay ninguna señal directa de la Hipófisis que alerte al Páncreas para que empiece a producir insulina. Algo de insulina se prealmacena en gránulos, que pueden descargarse rápidamente, eso da lugar a lo que se conoce como respuesta de primera fase.
Todo aquello que interactúa con los receptores del dulce en la boca (incluidos los endulzantes artificiales) indicará la necesidad de una descarga inicial de esta insulina almacenada hacia la corriente sanguínea, como anticipación de los hidratos de carbono que ya se preparan para entrar en el sistema. La respuesta de segunda fase consiste en la descarga continuada de insulina recientemente sintetizada, en respuesta a los cambios en los niveles de glucosa en circulación, lo que viene provocado por la ingestión de hidratos de carbono. Pero eso no quiere decir que la insulina no se halle sometida a un cierto control indirecto `por parte del hipotálamo. En el hipotálamo el equilibrio de dos neurotransmisores, la serotonina y la dopamina causa un impacto importante sobre la secreción de la insulina. Al aumentar los niveles de serotonina, aumenta a su vez la secreción de insulina. Si aumentan los niveles de dopamina disminuyen los de la insulina. Puesto que los niveles de serotonina en el hipotálamo aumentan por la noche eso significa que cuanto más tarde coma una cena abundante, tanta más insulina secretará y que esas calorías de las últimas horas del día se almacenarán como grasa.
Los niveles de insulina también pueden estar controlados por otras hormonas, particularmente por su compañero de eje, el glucagón.
El glucagón se descubrió casi al mismo tiempo que la insulina, pero a diferencia de esta, que se necesita para llevar los nutrientes a las células, el principal propósito del glucagón es el de liberar en la corriente sanguínea los hidratos de carbono almacenados en el hígado para restaurar y mantener así los niveles de glucosa en la sangre. Al aumentar estos niveles, disminuyen los de la insulina. Así una de las mejores formas de controlar el exceso de insulina consiste en mantener adecuados niveles de glucagón.
Los niveles de glucagón vienen determinados en buena medida por la cantidad de proteína que se ingiere en la dieta o en nuestra alimentación diaria, del mismo modo que los niveles de insulina se hallan fuertemente relacionados con la cantidad de hidratos de carbono que se ingieren. Aunque la proteína ingerida tiene un ligero efecto estimulador sobre la insulina, causa un efecto todavía más poderoso sobre la secreción del glucagon. Hay que consumir proteína en cada comida y tentempié porque es el principal estimulante del glucagón, cuya función bioquímica fundamental consiste en liberar en la corriente sanguínea los hidratos de carbono almacenados en el hígado, para mantener así los niveles adecuados de glucosa en la sangre para el cerebro.
A diferencia de la insulina, el glucagón utiliza un mensajero secundario diferente para realizar su tarea. Ese mensajero secundario es el mismo utilizado por la mayoría de las otras hormonas endocrinas el AMP cíclico. También es el mismo mensajero secundario que se puede aumentar produciendo más eicosanoides buenos. Así pues aumentando los niveles de eicosanoides buenos se hace más efectiva la respuesta biológica del glucagón
Un último factor que puede afectar a los niveles de insulina son las otras hormonas. Las más importantes: La hidrocortisona, y los eicosanoides. Aunque la hidrocortisona aumenta los niveles de glucosa en la sangre. Mientras que el Glucagón disminuye directamente la secreción de insulina, la hidrocortisona aumenta la resistencia a la insulina, de modo que aumenta indirectamente sus niveles. Al aumentar los niveles de insulina en la corriente sanguínea se inhibe todavía más la secreción del glucagón. Eso obliga a un aumento de la secreción de la hidrocortisona para ayudar aumentar los niveles de glucosa en la sangre. Ese aumento de hidrocortisona aumenta aún más la resistencia a la insulina, obligando al Páncreas a bombear más y más insulina para superar la creciente incapacidad de la glucosa para llegar a las células objetivo. El resultado final es pues un aumento de la secreción de la hidrocortisona, que puede causar la muerte de las células sensibles a la hidrocortisona existentes en el Timo (lo que afecta profundamente al sistema inmunitario) y en el hipocampo del cerebro (que controla la memoria y ayuda a la integración de las señales que llegan al Hipotálamo).
Los niveles de insulina se hallan realmente controlados por una combinación de factores que van desde la dieta hasta el equilibrio de los neurotransmisores en el hipotálamo, así como por otras hormonas en el sistema que se ven afectadas por la insulina. Tal como cabría esperar, al intervenir todos estos factores resulta fácil de que algo salga mal en este sistema de control de insulina. Y cuando esto sucede aumentan los niveles de insulina y se acelera el envejecimiento.
Para comprender el papel que desempeña la insulina en el proceso del envejecimiento a nivel molecular, hay que entender cómo transmite esta información a sus células objetivo. Aunque la insulina es una hormona polipéptido, no utiliza una proteína vectora
Para mantener sus niveles en la sangre. Como resultado de ello, la vida media de la insulina en la corriente sanguínea es aproximadamente de cuatro a seis minutos. En ese periodo de tiempo, la insulina tiene que llegar a la célula objetivo, encontrar a su receptor y luego, a diferencia de la mayoría de las demás hormonas, ser absorbida en la célula mediante un proceso llamado endocitosis. Una vez dentro de la célula, la insulina activa a sus mensajeros secundarios (El DAG y el IP3) para que le indiquen a la célula que permita entrar a los nutrientes y muy especialmente a la glucosa.
No deja de ser una ironía que a pesar de que el cerebro depende críticamente de la glucosa que recibe de la corriente sanguínea, en la superficie del cerebro no hay receptores de insulina. La glucosa entra en el cerebro gracias a un transporte en el que no interviene la insulina. La cantidad de glucosa que entra en el cerebro viene controlada por los niveles de la misma en la corriente sanguínea. A primera vista el exceso de glucosa de la corriente sanguínea debería ser estupendo para el cerebro que necesita glucosa para mantenerse. Lamentablemente el exceso de glucosa en el cerebro, y eso es capaz de causar toxicidad inducida por la glucosa en los glucorreceptores del núcleo ventromedial del hipotálamo. Y cuanto mayor sean los niveles de la glucosa en la corriente sanguínea o en el cerebro, tanto mayor será la probabilidad de producir AG nocivos. Así, mantener la glucosa dentro de una zona o umbral muy estrecho, se convierte en algo esencial para la vida humana.
Otra razón importante por la que debe mantener la insulina dentro de ese umbral, es el elemento de predicción más importante de la enfermedad cardiaca. Datos sobre niveles excesivos de insulina y enfermedad cardiaca se han venido acumulando desde hace más de veinte años en la literatura científica. Si se sabe todo eso ¿por qué se habla tan poco de la relación entre insulina y enfermedad cardiaca? Y a la inversa ¿cómo siempre oímos decir que comer grasa causa enfermedad cardiaca, cuando la grasa no causa ningún efecto sobre la insulina?.
A nivel celular, la enfermedad cardiaca viene causada por la muerte de las células musculares del corazón que no reciben oxígeno suficiente. Las arterias bloqueadas aumentan la probabilidad de que disminuya la transferencia de oxígeno, pero el 25% de las muertes por enfermedad cardiaca se produce en personas que no tienen lesiones ateroscleróticas avanzadas en sus arterias. Esas personas mueren debido a un espasmo que disminuye o incluso detiene el flujo de sangre a las células musculares del corazón. Esas personas también suelen tener niveles normales de colesterol. Eso no quiere decir que no sea importante reducir los niveles de colesterol, sino que sólo se pretende señalar que estos no son una norma de oro para predecir los ataques al corazón.
A pesar de que existen publicaciones y de pruebas negativas sobre una alimentación con exceso de carbohidratos y muy baja en grasas, parece como si la prensa popular en especial las revistas de mujeres tratara de acelerar el envejecimiento al resaltar constantemente la importancia de seguir las mismas dietas bajas en grasa y altas en carbohidratos. El éxito de su campaña puede observarse en la creciente epidemia de obesidad.
¿Cómo controlar entonces la hiperinsulinemia?. Equilibrar en cada comida la proporción de proteínas con respecto a los hidratos de carbono se convierte en el principal medicamento para sostener la insulina en una zona en que se mantengan niveles suficientes para transportar nutrientes a las células, pero sin producir por ello exceso de insulina y a lo largo de ese proceso, controlar otros sistemas hormonales críticos como la hidrocortisona y los eicosanoides.